Hoy, no por ser hoy, ni por haber pasado ya ayer ni aún por llegar mañana, me he decidido por escribir... algo. En esos momentos en los que no sabes si es un alguien el que necesitas que te escuche, o simplemente dejar por ahí sueltos tus pensamientos, con el único objetivo de ver si consigues espantar a las quimeras. Agazapadas, esperan tu momento más débil para atacarte, y por supuesto, siempre con tu guardia baja. Y es quizás un hecho que coincida no creer estar especialmente mal, cuando sientes la irremediable emboscada. Una palabra, una mirada, una ausencia.
Una ausencia.
Dios, me da pavor esa palabra. Siempre asociada a ciertas caras, nunca oráculo de buenos momentos.
Una ausencia tan sencilla representada por el silencio de una persona. Claro, una persona tan importante como para ser motivo de estar escribiendo esto. Y es que, lo que más duele, lo que más me desangra, es el hecho de que esa persona será la que más ignore esto. Esta sed. Ojalá algún día la pueda saciar con agua dulce. La sal ya araña mi garganta.
Por favor, no me mates tan lentamente.
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