Otro día de esos que son bonitos, blancos y fríos, como más me gustan.
Tras un parón, llega el golpe de realidad. Y muchas veces, el balance es deprimente. Aunque como dicen los nuevos sabios, el tiempo y escribir lo cura todo. Y tienen razón.
Simplemente me encuentro hasta arriba de responsabilidades, y aún así, no son suficientes para nublar el martilleo que es mi cabeza. Una vez. Y otra. Y otra.
Tener ganas de gritar, de hablar, de contar, de volver a escuchar antiguas conversaciones, ganas de mandar a la mierda a muchos, de acercarme a otros. Y siempre con la sonrisa. Con la puta sonrisa.
Hace poco un buen amigo me dijo que aquellos que van llorando son patéticos. Ya que los que un buen día te dan el susto son los que tratan de no contagiar su mierda al resto. La puta sonrisa de nuevo...
Nunca llego a extremos. Odio ser extremista. De hecho, cuando lo soy, tan sólo me sirve de desahogo, pero no soy yo, lo reconozco.
Soy fuerte. Me noto con fuerzas para poder con todo. Por eso mismo, esto no deja de ser un punto y a parte para vaciar el saco de basura que termina por rebosar después de tanta hipocresía, tanta tontería, tanto absurdo.
Y aquí estoy, de nuevo. Con un sol precioso, oculto entre niebla que no termina de irse, dándome en los ojos.
Con las mismas responsabilidades que cuando he empezado a escribir pero con algo más de alivio.
Y es que, el tiempo y unas buenas puntadas lo arreglan todo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario